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El avance de la extrema derecha en el mundo

Por Dulce García, Rodrigo Sánchez y Abril Mulato

Ya desde hace tiempo en Europa se estaba produciendo poco a poco un cambio que expertos advirtieron podría convertirse en una nueva tendencia política. Los partidos de extrema derecha empezaban a conseguir puestos de gobierno junto a los principales partidos de derechas.

Hace poco más de un año, en Finlandia el partido de centro derecha, constituyó una coalición gubernamental con el de extrema derecha -que se caracterizó por promover una agenda antiinmigración y anti Unión Europea. Desde entonces, fuerzas políticas del mismo tipo también lideran gobiernos en Italia, Eslovaquia o Hungría y forman parte de coaliciones gobernantes en otros países como Suecia y Holanda.

Las recientes elecciones al Parlamento Europeo confirmaron un notable ascenso de la extrema derecha que no solo provocó una convocatoria de elecciones anticipadas en Francia, también fue causante de la dimisión del primer ministro belga Alexander de Croo. Del total de 720 escaños que integran el Parlamento de la Unión, más de 490 pertenecen a las fuerzas de corte conservador o ultra, mientras las formaciones socialdemócratas, las ecologistas y anticapitalistas registraron retrocesos generalizados.

El apoyo más fuerte de la derecha en Europa proviene de votantes rurales con menos educación, que son menos receptivos a los cambios económicos y sociales de la globalización. 

En el caso de  Estados Unidos, una división similar se observa entre los republicanos de Donald Trump y los demócratas de Joe Biden. Trump se ha aliado con la derecha europea, destacando su apoyo al primer ministro húngaro Viktor Orbán y a otros populistas europeos, promoviendo políticas restrictivas sobre inmigración y derechos LGBTQ+ y algunos asesores de Trump también están vinculados con estos movimientos europeos.

En Latinoamérica, si bien el populismo sigue teniendo gran relevancia, también hay un auge de la extrema derecha que se viene gestando desde tiempo atrás. En los últimos años, los gobiernos de varios países de América Latina han sido tomados por una oleada de políticos de derecha y agendas conservadoras. Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador, Jair Bolsonaro en Brasil son algunos de los que fueron elegidos presidentes bajo plataformas neoliberales y conservadoras. 

En el caso de Brasil, a pesar de que en 2022 Bolsonaro no consiguió continuar en el poder, el apoyo del 50% del electorado dejó al socialdemócrata Lula da Silva con un mandato débil. En Perú, el presidente de izquierda Pedro Castillo fue destituido y reemplazado por su ex vicepresidenta Dina Boluarte, quien asumió el cargo con el respaldo de la extrema derecha en el Congreso.

Pero entonces ¿qué factores están impulsando el ascenso de esta corriente política? Según los analistas, las razones varían significativamente de un país a otro y entre continentes. Sin embargo, la inmigración, las crisis políticas y económicas, y el impacto de la pandemia de COVID-19 han jugado un papel crucial en el impulso de estos cambios.

Los límites recientes a la extrema derecha en Europa

Aún cuando el apoyo y la aceptación a la derecha en el continente europeo ha sido evidente, en los últimos años también se ha intentado limitarla y en algunos países han logrado cerrarle el paso.

Tan solo a principios de julio, entre el 4 y el 7 del mes, se llevaron a cabo dos elecciones importantes en Europa. En el Reino Unido, el Partido Laborista, de centro-izquierda, ganó una gran mayoría y volvió al poder, poniendo fin a 14 años de gobiernos conservadores. Rishi Sunak presentó su dimisión al rey Carlos III tras cosechar el peor resultado de la historia de los conservadores y Keir Starmer se convirtió en el nuevo primer ministro.

En Francia, Agrupación Nacional (RN), el partido de extrema derecha liderado por Marine Le Pen, sufrió una derrota inesperada en la segunda vuelta de las elecciones legislativas. Aunque el partido obtuvo el mayor número de escaños de su historia, el resultado no fue el esperado, pues quedó relegado a un tercer lugar, mientras que la coalición centrista del presidente Emmanuel Macron se posicionó en segundo y la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular en primero.

Ninguna de estas agrupaciones políticas logró la mayoría absoluta de 289 escaños de los 577 en el Parlamento. Sin embargo, se consideró un triunfo el haber evitado que la extrema derecha ganara. Tras los buenos resultados de esta en la primera vuelta del 30 de junio, muchos candidatos de izquierda y de centro se retiraron de la contienda para concentrar los votos anti-RN en un solo movimiento, lo cual resultó exitoso.

También en 2023, el gobierno populista conservador de Polonia perdió poder ante una coalición de centro izquierda. En Hungría, a pesar de ser un bastión del populismo conservador, también hay un creciente descontento con el gobierno actual. 

Por otro lado, en Italia, donde el partido de la primera ministra Giorgia Meloni ha ganado terreno en el parlamento de la Unión Europea, no ha habido cambios drásticos. Aunque la funcionaria ha sido firme contra la migración, su gobierno no ha alterado de manera significativa la estructura política y económica del país.

Para Matthias Matthisj, profesor de economía política internacional en la Universidad Johns Hopkins, Italia podría ser un ejemplo de cómo gobernarán los partidos de extrema derecha en Europa. “Van a ser más estrictos respecto a la oración musulmana, y puedes conducir más rápido en la autopista ahora”, dijo Matthisj a The Associated Press. “Pero en los asuntos importantes —el presupuesto, la política exterior— la única forma en que estos populistas pueden llegar al poder es si se mantienen en el centro”.

A paso lento, pero seguro: la extrema derecha sigue ganando terreno en Europa

El avance de la extrema derecha en varios países europeos ha dejado en evidencia un cambio profundo en las preferencias del electorado, así como una radicalización de posturas y una polarización de la sociedad. Un caso puntual es el de Francia, donde la política Marine Le Pen se encargó de liderar una estrategia por más de una década para transformar la imagen del Frente Nacional —ahora conocido como Agrupación Nacional (RN)—, que hasta este momento era calificado como racista y antisemita. 

Para reducir el rechazo que existía hacia el partido, Marine Le Pen se enfocó en suavizar su discurso para generar confianza entre los votantes. No obstante, no abandonó sus históricas posturas, como la expulsión de migrantes y el proteccionismo económico. Sí, el partido sufrió una derrota inesperada en la segunda vuelta de las elecciones legislativas como ya lo hemos mencionado, pero la Agrupación Nacional obtuvo el mayor respaldo de votantes en su historia.

Estos resultados en Francia son sólo un reflejo de lo que ocurre en otras partes del continente, donde cada vez más ganan terreno las posturas conservadoras. Como en el caso de Italia, gobernada por el partido Hermanos de Italia que tiene sus raíces en el fascismo de la posguerra. Su líder, Giorgia Meloni, también ha buscado en su discurso alejarse de la antigua imagen tiránica de derecha, sin embargo muchos temen que no se haya distanciado de sus orígenes políticos.

En Austria la ultraderecha también ha tomado protagonismo apoyándose en las élites conservadoras ya establecidas. Aquí la llegada al poder ha sido producto de un largo proceso de normalización y de inclusión del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) en coaliciones de centroderecha, para aclimatarse en la esfera pública. La estrategia dio resultados y los nacionalistas dirigidos por Harald Vilimsky se llevaron las elecciones pasadas con un 27% de los votos. A diferencia de Francia e Italia, Austria ha adoptado una postura más radical, rechazando distanciarse de la nueva formación Alternativa para Alemania (AfD), acusada de incitar el odio contra los judíos y las personas migrantes.

Otro ejemplo puntual es Hungría, bajo el mandato del primer ministro Viktor Orbán, cuya política nacionalista se ha posicionado en contra de la migración y la libertad de prensa. El ministro húngaro recientemente asumió la presidencia semestral de la Unión Europea (UE) y expresó su deseo de formar una alianza con el FPÖ.

El crecimiento del conservadurismo en la UE se ha dado principalmente entre sus países fundadores: Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos e Italia. Al respecto hay un cierto consenso en que la economía, las políticas internas y la guerra en Ucrania son los principales impulsores de esta tendencia. Sin embargo, el principal motivante del electorado es la oposición a la inmigración y la forma en la que los gobiernos de derecha han respondido a este fenómeno.

La nueva ola conservadora en América Latina

En los últimos años, Latinoamérica ha sido testigo de un notable avance de la extrema derecha en varios de sus países, no obstante, la región sigue siendo diversa y dinámica en términos de liderazgo político con un gran número de países gobernados aún por partidos de izquierda. En los últimos años, América Latina ha sumado a sus sillas de más alto poder a ocho gobiernos de derecha con ideologías conservadoras. 

Desde el 2023, la política en América Latina ha experimentado cambios significativos con la llegada de varios líderes nuevos. En Argentina, el libertario y ultraderechista Javier Milei asumió la presidencia, marcando un giro hacia la derecha en el país. En Ecuador, Daniel Noboa asumió la presidencia en 2023, y en Paraguay, Santiago Peña se convirtió en presidente en agosto de 2023. En Costa Rica, Rodrigo Chaves ha liderado el país desde 2022. En Panamá, José Raúl Mulino ha estado al frente de los esfuerzos para contener la migración ilegal a través de la selva del Darién desde el mismo año.

Por otro lado, Nayib Bukele en El Salvador ha iniciado su segundo mandato después de haber comenzado su presidencia en 2019, consolidando su presencia y políticas innovadoras en el país. Pedro Pierluisi continúa su mandato en Puerto Rico, habiendo sucedido a Wanda Vázquez Garced en 2021. Finalmente, en Uruguay, Luis Lacalle Pou, quien llegó al poder en 2020, ha puesto fin a 15 años de gobiernos de izquierda liderados por José Mujica, marcando un cambio significativo en la dirección política del país.

Paralelamente hay nueve países en América Latina que están gobernados por líderes de izquierda. En Guatemala, Bernardo Arévalo está al frente del gobierno, mientras que en Honduras, Xiomara Castro ejerce el poder. Nicaragua sigue bajo la presidencia de Daniel Ortega, y en Colombia, Gustavo Petro ocupa la presidencia. Bolivia está liderada por Luis Arce, y Gabriel Boric es el presidente de Chile. Finalmente, en Brasil, Lula da Silva ha asumido la presidencia por tercera vez, sucediendo al gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro.

México está incluido en la lista de gobiernos izquierdistas con Andrés Manuel López Obrador que termina su mandato este año y le cede el paso a la primera presidenta en la historia del país, Claudia Sheinbaum, del partido oficialista Morena.

En este último listado debemos sumar a Nicolás Maduro quien lleva 11 años en el poder de Venezuela, sin embargo, esto podría cambiar este domingo 28 de julio que se llevarán a cabo las elecciones presidenciales. El pueblo venezolano podría elegir alguno de los nueve contrincantes del actual mandatario o podría mantenerlo seis años más en la silla presidencial.

En otro apartado se encuentra Dina Boluarte, presidenta de centro-izquierda de Perú, con la misma ideología que Luis Abinader del Partido Revolucionario Moderno de República Dominicana, quien en 2020, en medio de la pandemia por COVID-19, rompió una racha de 16 años consecutivos del gobierno izquierdista del Partido de la Liberación Dominicana.

Aunque en el mapa político de Latinoamérica sigue teniendo peso la izquierda, la ultraderecha ha emergido como una tendencia creciente que podría intensificarse en los próximos años. Dado que la mayoría de los actuales mandatarios concluirán sus mandatos entre 2025 y 2026, es posible que la influencia de la ultraderecha se expanda de manera significativa en la región.

Los efectos del auge de la extrema derecha en el mundo

El auge de la extrema derecha es un hecho innegable en el mapa sociopolítico actual que impacta en todos los continentes. Poco a poco va transformando la dinámica social y económica de múltiples naciones, pero ¿a qué se debe esta tendencia creciente?  

El filósofo, activista y uno de los académicos más citados del mundo, Noam Chomsky, habló de lo que hay detrás del auge de la extrema derecha. Aseguró que se remonta a los programas neoliberales de los últimos 40 años que se diseñaron para aumentar el poder y la riqueza de los poderes económicos mundiales, pero dejando el salario de los trabajadores igual que en 1979. 

“Ha habido mucho crecimiento pero se mantuvo en muy pocos bolsillos”, dijo Chomsky, y por eso la rabia, resentimiento y poca credibilidad en las instituciones facilitan el acceso a los candidatos con el discurso de “Yo los voy a salvar”.

El Instituto IFO de Investigación Económica de Alemania lo confirmó en un estudio que reveló que en las regiones con más pobreza y exclusión social hubo un mayor número de votos por la ultraderecha.

Pero ¿cuáles son las consecuencias? Un gobierno de extrema derecha podría socavar las instituciones democráticas, limitar la independencia judicial y restringir la libertad de prensa, marginar a las minorías y erosionar principios de igualdad y justicia, mencionó Eduardo Ruiz-Healy para El Economista en el marco de las elecciones de Francia.

Entre los efectos más claros de su auge son los discursos nacionalistas y antiinmigración que marcan divisiones étnicas, raciales y religiosas, contribuyendo a un clima de tensión entre grupos sociales. Líderes como Donald Trump en Estados Unidos o Victor Orbán, en Hungría, han implementado medidas estrictas para controlar la inmigración, alegando la protección de la seguridad nacional y los intereses económicos del país.

El discurso económico de la extrema derecha a menudo se centra en la protección y crítica de los acuerdos de libre comercio. La implementación de aranceles y barreras comerciales puede llevar a una disminución en la cooperación económica internacional y afectar negativamente a las economías globalizadas.

Los partidos de extrema derecha, como menciona The New York Times, dejaron de ser sólo una fuerza opositora para tomar sillas de alto poder. Se trataron de explicar a través del concepto del populismo, como auténticos representantes de un pueblo olvidado, tratando de no hacer grandes promesas a los votantes y presentándose como el menor de los males.

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