
Por Abril Mulato, Rodrigo Sánchez y Dulce García
La acción de criticar a alguien por la apariencia de su cuerpo no es algo nuevo. Ya sea en línea, en persona, en radio o en televisión, más de una vez hemos escuchado comentarios negativos sobre la forma o el tamaño del cuerpo de las personas; sobre si el color de su piel es claro u obscuro; sobre si tiene manchas, estrías o cicatrices; y en general, opiniones no solicitadas sobre cualquier característica física de una persona.
A esto se le conoce como body shaming, que en español podría traducirse como “humillación corporal” o “avergonzar el cuerpo.”
Aunque el término comenzó a popularizarse hace no mucho tiempo, la acción como tal no es nueva, en realidad ha sido parte de las normas sociales y culturales que han existido durante décadas y que establecen cómo “deberían” lucir los cuerpos. Estas han sido influenciadas por los estándares de belleza que la sociedad ha adoptado a lo largo del tiempo; por los medios de comunicación y la publicidad; y, en años recientes, por las redes sociales.
Adriana Ortiz, licenciada en psicología por el Instituto Politécnico Nacional y miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, afirma que estos mensajes han ido mutando a lo largo de la historia y que muchas veces han provocado que ciertas características físicas sean motivo de burla. “Son mensajes que hacen que alguien se sienta incómodo con la forma en la que se ve, o incluso que sientan que no merecen ser amados o ser felices”, aseguró en una entrevista con GQ.
Profesionales en psicología de todo el mundo han advertido que el body shaming puede provocar daños a nivel emocional que pueden llegar a ser graves y también pueden afectar el bienestar de una persona a nivel psicológico.
Algunos efectos que pueden provocar son inseguridad y daños a la autoestima; ansiedad, principalmente en personas con necesidades de agradar, perfeccionistas o dependientes; problemas de socialización; trastornos dismórficos corporales; trastornos de conducta alimentaria; y depresión, entre otros.
Expertos en psicología opinan que los efectos del body shaming se han amplificado gracias a las redes sociales, pues las imágenes editadas y filtros que se utilizan diariamente en esas plataformas crean expectativas poco realistas sobre cómo se debe lucir, aumentando la sensación de vergüenza y de insatisfacción para quienes no se ven así.
Cómo y en donde se manifiesta el body shaming
El body shaming se manifiesta de diversas maneras, todas centradas en la crítica y la humillación hacia la apariencia física de las personas. Cada forma de body shaming tiene un impacto emocional y psicológico en quienes lo experimentan y puede provenir de personas desconocidas, pero también de amigos, compañeros de clase, familiares e incluso de uno mismo.
Ya antes mencionamos la amplificación que ha tenido la humillación corporal con el uso de las redes sociales, pero en realidad no hace falta estar en TikTok o Instagram para sufrir body shaming e incluso practicarlo. Cuántas veces no hemos escuchado (o mencionado) alguna de estas frases: “El cabello largo te queda mejor”, “Te ves bien, pero me gustas más delgada”, “¿Estás enferma o solo no te maquillaste?”, “Te quedan mejor las blusas holgadas” o “A ti no te va bien el fleco”.
No siempre quien hace estos comentarios los hace con mala intención e incluso podrían llegar a parecerle bromas, pero quien los recibe no siempre los percibe de la misma manera e incluso pueden llegar a ser hirientes.
Mario Hitschfeld, psiquiatra y académico de la Universidad Diego Portales en Chile señala que hay personas que tienen autoestima baja o una distorsión de la imagen corporal, pues perciben su cuerpo de forma distinta a cómo es realmente. “Si tengo como rasgo esa distorsión de la imagen corporal, el comentario puede perpetuar esa idea que ya de por sí es equivocada. Entonces se reafirma un círculo vicioso del sentimiento de propia valía negativa”, dice el especialista.
Por eso resulta imprescindible entender lo que una crítica al cuerpo de alguien más puede provocar y estar alerta. El body shaming puede manifestarse de diversas formas y puede dirigirse hacia diferentes aspectos del cuerpo de una persona. Estos son algunos ejemplos:
- Los comentarios negativos sobre el tamaño, la delgadez o la gordura de una persona.
- Las opiniones sobre su apariencia física como el color de piel, el tipo de cabello o la altura.
- Las burlas sobre características físicas como cicatrices, marcas de nacimiento, estrías, etcétera..
- La promoción de estándares de belleza inalcanzables y poco realistas que pueden hacer que algunos se sientan avergonzados por no cumplir con ellos.
- Las comparaciones no solicitadas con otras personas.
- El rechazo o la marginación de alguien debido a su apariencia física.
Bajar de peso para caber en la sociedad: la gordofobia en México
De acuerdo a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la gordofobia es la discriminiación que viven las personas con sobrepeso u obesidad por su apariencia. No es una violencia aislada y por ello, es necesario analizar la situación como un problema estructural y sistémico. ¿A qué nos referimos con esto?
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) revela que a nivel nacional más del 20% de la población adulta ha sido señalada o excluida por su aspecto físico, siendo el principal motivo su peso corporal. Se trata de un fenómeno sociocultural cuyas consecuencias comprometen severamente la salud física y emocional de las y los afectados.
Cuando decimos que la gordofobia es estructural nos referimos a los alcances negativos del rechazo a los cuerpos no normativos, pues además del daño psicológico provocado por los constantes actos violentos, esta discriminación limita el acceso a derechos básicos.
En cuanto al ámbito médico, por ejemplo, esta discriminación se refleja en la negación de atención o en el acto de reducir todas las dolencias del paciente a su peso corporal, ignorando que las personas delgadas también pueden enfermarse. También, en su día a día las personas con mayor peso transitan por una ciudad que no las considera en aspectos elementales como los cinturones de seguridad en transportes públicos. Un mensaje, sutil pero concluyente, que les recuerda que en esta sociedad una de las cosas más importantes es reducir el tamaño del cuerpo “para caber, para encajar, para dejar de ser juzgados”.
Esta situación, según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), provoca vergüenza corporal y rechazo por la propia apariencia, lo que muchas veces se transforma en desórdenes alimenticios como la anorexia y la bulimia. Simplemente en México hay 22 mil casos anuales de trastornos alimenticios, sobre todo en jóvenes de entre 13 y 18 años de edad. Tristemente, la tasa de mortalidad de estos padecimientos es mayor que la de cualquier otra condición de salud mental.
Este fenómeno está estrechamente relacionado con el concepto de “sesgo de peso”, el cual hace referencia a realizar juicios de valor tomando como única referencia el tamaño del cuerpo. Los estereotipos dan por hecho que los cuerpos más grandes no comen de forma saludable, no se ejercitan y son descuidados, cuando la realidad es que existen diversas condiciones que provocan sobrepeso u obesidad y que no tienen que ver con el desarrollo de hábitos perjudiciales.
Entonces, ¿cómo atender la situación? Es prioritario el desarrollo de políticas públicas que desvinculen el peso de la salud y que permitan que la atención de los problemas alimenticios sea integral, con respeto y con dignidad. Porque todos los cuerpos son válidos, todas las vidas importan y el body shaming (del que hemos estado hablando estos días) puede tener consecuencias graves.
La cultura de las dietas y su violencia oculta
La cultura de las dietas, explica Psychology Today, es un conjunto de creencias y comportamientos que colocan la delgadez y apariencia física sobre la salud y el bienestar. Se ha consolidado durante décadas y la industria de la moda, los medios de comunicación y las redes sociales tienen que ver directamente con eso.
Bajo la creencia de la cultura de las dietas, un cuerpo delgado es sinónimo de aceptación y éxito, generando presión social para que las personas adquieran regímenes restrictivos y, en ocasiones, poco saludables.
La dietista nutricionista María Lafosse en su TEDx Talks menciona que el problema nunca han sido los cuerpos. “¿Por qué si las dietas están hechas con lo que necesita el cuerpo para funcionar sano, no pueden sanar a todos? cuando las dietas quitan la grasa se olvidan que detrás hay una persona con cultura, hábitos, emociones y rutinas que nos vuelven seres humanos y no sólo cuerpos. Las dietas están hechas para máquinas de carne y hueso, no para personas que son diferentes entre sí”, señala Lafosse.
La obsesión con la pérdida de peso para cumplir un estándar o la falsa idea de salud, puede conducir a trastornos alimenticios como anorexia, bulimia o incluso el trastorno por atracón, además de un daño importante al autoestima, metabolismo y a la salud mental. La alimentación deja de ser una necesidad básica y se convierte en una fuente de culpa y ansiedad.
El pasado 8 de marzo, un colectivo de mujeres marchó en Ciudad de México en contra de la violencia gordofóbica y una de las consignas más escuchadas fue aquella que asegura que “la cultura de las dietas es violencia patriarcal”. En las pancartas de las participantes se aseguraba que las mujeres con un cuerpo grande sufren discriminación incluso en centros de salud.
La cultura de las dietas se pueden considerar violencia patriarcal porque los estándares de belleza se centran principalmente en los cuerpos femeninos, reforzando la objetivación y cosificación. Raquel Lobaton, nutrióloga antidieta, asegura que la cultura de las dietas y los mandatos de la delgadez son misóginos y sexistas, destacando el gran negocio que representan las mujeres para las cirugías estéticas, cosméticas y bariátricas. “El deseo de adelgazar es un deseo de ganar privilegios porque no nacimos deseando la delgadez, nos enseñaron a desearla”, agregó Lobaton.
La cultura de las dietas es un fenómeno profundamente arraigado que promueve estándares de belleza y fomenta una relación poco saludable con la comida y el cuerpo. Sobre todo las mujeres son frecuentemente juzgadas y valoradas en función de su apariencia física; esta cultura afecta la salud y perpetúa la discriminación.
El body positive como respuesta al body shaming
Body positive es un movimiento que surgió en la década de los 60 por y para personas con cuerpos marginados, es decir, cuerpos gordos, queer y negros, de acuerdo con lala Asociación Nacional de Trastornos Alimenticios (NEDA) en Estados Unidos. Su objetivo es promover la diversidad de tallas, la aceptación corporal y la salud.
Este movimiento surgió como respuesta a la presión social y los estándares de belleza poco saludables para reducir los cuerpos. Aboga por la inclusión y la representación diversa en la sociedad, animando a las personas a celebrarse como son y enfatizando la salud física, emocional y mental.
La filosofía body positive desafía también las normas culturales y los estereotipos discriminatorios en función de la apariencia, en respuesta al llamado body shaming que hace referencia al acoso y comentarios negativos sobre el cuerpo de una persona.
El auge del body positive se alcanzó a inicios de los 2000 con las redes sociales y los blogs. Estas plataformas permitieron que cualquier persona contara su historia y marcaran un parteaguas para romper estereotipos, de acuerdo con La Gaceta de la UNAM
De esta manera, los medios de comunicación tradicionales se vieron obligados a a adaptarse a la nueva era y comenzaron a incluir cuerpos diversos en sus mensajes, en portadas de revista, pasarelas de moda, programas de televisión e incluso campañas de publicidad.
Algunos de los nombres más destacados de los inicios de este movimiento, según Expansión, son Melissa Owens Miller, la primera vocera talla grande para Revlon en 1998; Angellika Morton, la primera modelo de talla grande en el International Model Hall of Fame en 1999; y Ashley Graham, la primera mujer de talla grande en la portada de la revista Sports Illustrated.
La participación de celebridades, cantantes, actores y otras figuras públicas en la promoción del body positive ayudaron a llevar el mensaje a más personas, contribuyendo a solidificar el movimiento como una parte importante del activismo social y conversación cultural en torno a la imagen corporal. No sólo es aceptar nuestro cuerpo, sino promover un cambio social hacia la inclusión.
Actualmente, la sociedad aún sigue educándose sobre la diversidad corporal para combatir la discriminación y entender que la salud no está determinada únicamente por el peso, sino en una relación positiva con la comida, el ejercicio, el autocuidado, la autoestima y el disfrute.