Por Abril Mulato, Rodrigo Sánchez y Dulce García Foto ONU México
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con cerca de 476 millones de personas, las comunidades indígenas constituyen el 6.7% de la población mundial. Aunque son diversas, pues se distribuyen en más de 90 países de distintos continentes, estas comunidades tienen tres características en común: enriquecen la historia y la cultura, salvaguardan el 80% de la biodiversidad global y representan el 15% de la población que vive en pobreza extrema, según datos del Banco Mundial.
En México, existe una amplia diversidad racial y étnica. De hecho, el Consejo Nacional de Población establece que 19.4% de los mexicanos se considera indígena aunque solo el 6.5% habla alguna de las 68 lenguas que existen en el país.
Sin embargo, tanto las personas que hablan español y otra lengua, como aquellas que solo hablan una lengua, enfrentan condiciones sociales adversas, como la pobreza, el rezago educativo, la discriminación y la segregación en el mercado laboral.
Datos del Instituto Belisario Domínguez, órgano del Senado mexicano dedicado a realizar investigaciones, establecen que más del 70% de los indígenas viven en condiciones de pobreza, de los cuales el 32% se encuentran en pobreza extrema. Por otro lado, la primaria es el grado máximo de estudios para la mitad de la población indígena y el 33% de los indígenas de 6 a 25 años no asiste a la escuela.
En julio de 2023, el INEGI informó que según la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) las personas que se consideran indígenas o hablan alguna lengua indígena tienen un ingreso promedio trimestral monetario de 18.428 pesos, 24.5 % menos que el promedio nacional. En el caso de las personas que son hablantes de lengua indígena, el ingreso promedio fue de 13.708 pesos, 43.9 % menos que el promedio nacional.
¿Por qué existe la desigualdad laboral hacia trabajadores indígenas?
La discriminación es un fenómeno social y cultural basado en prejuicios, estereotipos y estigmas, originados y perpetuados por ciertos grupos con poder, medios de comunicación o el Estado.
En su “Análisis regional de la discriminación salarial de los trabajadores indígenas en México”, Christian De la Luz y Sibyl Italia Pineda, establecen que, desde un enfoque sociológico, la discriminación es un problema que surge de diversas construcciones sociales, culturales, económicas y políticas, “resultando en la exclusión sistemática de ciertos individuos”.
Erving Goffman, sociólogo canadiense, explica en su libro “Estigma: la identidad deteriorada” que la sociedad clasifica a las personas según ciertos atributos, estableciendo expectativas sobre sus comportamientos. Cuando un atributo hace que alguien se destaque negativamente se genera un estigma. Según el especialista hay tres tipos de estigmas: defectos físicos, defectos de carácter y pertenencia a una raza, nación o religión.
De la luz y Pineda señalan que la discriminación contra los indígenas en México puede entenderse en dos dimensiones. Primero, como una construcción histórica que los ha estigmatizado desde la época colonial, considerándolos “bárbaros”, debido al mestizaje biológico y cultural, y asociando la identidad indígena con atraso y ruralidad. Segundo, la discriminación se alimenta de estereotipos que refuerzan la idea de que la identidad indígena es conflictiva, lo que crea vulnerabilidad en aspectos culturales, físicos y socioeconómicos.
En México, a pesar de que existe una crítica constante hacia el racismo y un discurso de inclusión generalizado, las cifras oficiales evidencian que las ideas discriminatorias persisten.
Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, el 43% de los mexicanos consideran que las personas indígenas valoran poco el seguir estudiando; 37% considera que las personas indígenas son poco trabajadoras y el 25% que esta población rechaza la tecnología.
Esto da como resultado que el 85% de las personas indígenas trabajen en la informalidad (por cuenta propia o en el hogar), de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo.
Las mujeres indígenas, las más afectadas
En marzo de este año el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) reveló que por cada 100 pesos que gana un hombre por su trabajo al mes una mujer percibe 84 pesos.
Esta situación se agrava aún más para las mujeres indígenas, pues según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la población indígena gana 33 pesos por cada 100 pesos que recibe una persona no indígena, pero si se trata de mujeres, ellas ganan en promedio solo 26 pesos por cada 100 pesos que se le pagaría a una persona no indígena.
Esto se debe en gran parte a que las mujeres dedican más del doble de tiempo que los hombres a actividades no remuneradas y como consecuencia el tiempo disponible para trabajar por un ingreso se reduce.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Discriminación (Enadi), en México el 46% de las mujeres que hablan una lengua indígena se dedica al trabajo del hogar y de cuidados no remunerado.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), organización que promueve la igualdad de oportunidades, señala que tanto el género como el tono de piel de la persona son circunstancias relevantes en la distribución de oportunidades que se ven reflejadas en una baja movilidad social.
“Dependiendo del tono de piel o la adscripción étnica, de si se es hombre o mujer, es el patrón de movilidad social que se observa”, se asegura en el estudio del CEEY “Unequal gradients: Sex, skin tone and intergenerational economic mobility”. El documento detalla que la intersección de ser mujer y pertenecer a un grupo étnico específico también influye en la movilidad social.
Luis Monroy Gómez y Roberto Vélez, coautores del informe antes mencionado aseguran que la solución del problema reside en el diseño y operación institucional del país. “No basta con declarar un rechazo a las prácticas de desigualdad de trato, sino que requerimos de una reestructuración profunda de los esquemas de acceso a oportunidades”, señalan los investigadores. Asimismo afirman que es necesario reestructurar cómo se reconocen y recompensan los logros en diferentes ámbitos.
El racismo en México y las denuncias por explotación laboral
La brecha salarial y la falta de igualdad de oportunidades laborales es una realidad que está cimentada en la discriminación estructural. En nuestra sociedad lo anterior está tan arraigado y normalizado, que muchas veces no lo notamos.
Tres cuartas partes de las personas que no hablan alguna lengua indígena tienen participación económica en el país, mientras que en la población de habla indígena esta tasa se reduce 10 puntos porcentuales, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). No obstante, la estadística se revierte al tratarse de infancias, pues las cifras apuntan a que hay más del doble de niños indígenas trabajando, en comparación con aquellos que no lo son.
Además, de acuerdo a la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami), los trabajadores indígenas mexicanos ganan 18% menos por realizar las mismas actividades. Aunque, lo más preocupante es que en muchas ocasiones el trabajo no es equitativo. Cecilia Valencia, abogada y defensora de derechos humanos asegura que las comunidades afromexicanas están más expuestas a situaciones de explotación laboral, ausencia de seguridad social y trabajo forzado.
Recientemente, un caso muy sonado fue el de los jornaleros agrícolas en Baja California Sur, cuyas protestas revelaron las persistentes condiciones de violencia laboral y maltrato, particularmente entre la población indígena y agromigrante. Los trabajadores denunciaron jornadas de 60 horas sin contrato laboral, falta de suministro de agua potable y energía eléctrica, así como la falta de pensión y jubilación que por ley les corresponde.
El racismo es una forma de violencia y sucede en todos los espacios, incluyendo el laboral. El Observatorio de Racismo en México y Centroamérica de RacismoMX señala que este sector poblacional se enfrenta a más restricciones, distinciones y obstáculos injustificados “basados en marcadores etno-raciales”. Esto ha traído como consecuencia la pérdida de identidad y la adaptación a contextos urbanos para evitar ser violentados.
Resulta prioritaria la creación de mecanismos que promuevan el acceso a empleos dignos, que además favorezcan la conservación de la tierra y de las costumbres de los pueblos indígenas, así como la aplicación de derechos laborales y el robustecimiento del respaldo jurídico en caso de incumplimiento.
Por último, cualquier situación discriminatoria en centros de trabajo puede ser denunciada al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
¿Es posible eliminar la discriminación laboral indígena?
En México, según el Censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), hay aproximadamente 23.2 millones de personas indígenas que representan el 19.4% de la población total. De ellas el 25.6% son población joven y trabajadora de entre 15 y 29 años que juegan un papel importante dentro de este sector. Según el mismo informe, solo en la Ciudad de México se encuentran alrededor de 825 mil.
El INEGI señala que el 60.5% de la población de 12 años y más, hablante de lengua indígena, declaró ser económicamente activa en 2020. Ellos, como ya lo hemos comentado, son uno de los grupos que más discriminación sufren en el país, y uno delos sectores que requiere más atención para su desarrollo, entre otras cosas, económico.
Pero, ¿qué podemos hacer para eliminar la discrimación laboral hacia las personas indígenas? Existe una necesidad importante de crear políticas inclusivas que promuevan la igualdad de oportunidades, como el proyecto aprobado por la Comisión de Estudios Legislativos que permite que los trabajadores indígenas reciban las condiciones laborales en su lengua natal. De hecho, es un reto y oportunidad para la nueva administración elegida en las recientes elecciones.
Por otro lado, dentro de las empresas es necesaria una cultura laboral donde se respeten las tradiciones y es imperativo contar con una capacitación constante para fomentar el desarrollo que rompan estereotipos y prejuicios. Como sociedad podemos comenzar por reconocer su legado y fomentar la creación de grupos de empleados indígenas que luchan por condiciones laborales justas.
Además, es vital reconocer y apoyar el trabajo de organizaciones indígenas como la Asamblea de Migrantes Indígenas de la CDMX, la Organización de Pueblos Indígenas Zapotecos (OPIZ), el Sindicato Nacional de Trabajadores Indígenas y la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), entre muchas otras que luchan por mejores oportunidades.
La discriminación laboral contra las personas indígenas en México tiene raíces históricas que persisten. Estamos viviendo un momento de cambio tras los comicios del 2 de junio, una nueva oportunidad para sensibilizarnos sobre la diversidad cultural, trabajar la inclusión, eliminar las barreras para acceder a empleos justos y luchar por mejores condiciones para todos sin importar su raza, etnia o lugar de origen.